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José Alfonso Romero P. Seguín Posts

Paloma funámbula

(Accésit Premio Internacional de Poesía “María Eloísa García Lorca!”, convocado por la Unión Nacional de Escritores de España)

El poema describe la sugerente danza que protagonizó, una serena noche de verano, una paloma que, insospechadamente, se había posado por la parte interior de la esfera del reloj de campanario de Zafra, quizá sobre el propio eje de las agujas, de tal modo que, o por la viva fuerza de su naturaleza artística o por falta de equilibrio, comenzó a realizar una serie de rítmicos movimientos que daban a su sombra, levemente velada por la alba luminosidad de la esfera, una maravillosa fuerza poética.

(Dulce Chacón, poetisa de la Zafra, del alma, 
el amor y la calma)

Sobre el blanco horizonte de cal en el que se mece la plaza,
se alza, rojo farallón de fuego 
en el sideral aplomo de su leve danza,
la majestuosa torre de Nuestra Señora de la Candelaria, 
campanario noble que al cielo abraza.
Bajo el alminar de su esbelta cumbre 
se abre, en «polifémico» vislumbre,
el albo sol que alumbra las horas chicas de la Plaza Grande.
Reloj que vela el nocturno gigante de su sereno haz
con pálidas luces, que recuerdan a las del alba,
cuajándolo de luminosa calma.
En el envés de su melancólica faz, fría estampa de carne trémula,
una paloma funámbula, encaramada en el eje de su rutina,
juega, en el afán de sostenerse, al seductor arte de desnudarse.
Extiende —parsimoniosa hasta el delirio en la ejecución de tan primoroso rito— un ala.
Con ella, traza, dispone, palpa…, busca equilibrarse,
 y en el sosiego de tal ensueño la recoge,
mientras alarga, en igual ritual, la otra.
Calzándolas y descalzándolas, en la voluptuosidad de la apariencia, 
de la larga seda de ese guante que es en ellas la cálida desnudez del aire.
Bambolea con donaire, de consumada bailarina, su grácil talle. 
Alza y despliega, a modo de abanico, el plumaje de su cola,
a la par que deja caer, en desmayada entrega, la cabeza.
Tatuando, en tan sugerente danza, exóticas sombras chinescas
sobre los blancos lienzos de esa celeste esfera en que se contempla esta plaza con alma,
y poniendo sensual sosiego en el alegre desarreglo del nocturno de su calma.
Sentado bajo el quicio que otrora cobijara a la Dulce Chacón,
poetisa, de la calma, el amor y el alma,
la miro con el infantil arrobo que ella la contemplara en los largos días de su corta infancia.
La miro tanto, que la oigo soñar y volar en ese mar rizado de murciélagos y vencejos
(minuteros «quiciados» a su vertiginoso vuelo, ese que desquicia el sereno azul del cielo).
Y acompasado por el animoso gorjeo de la bandada de estorninos 
que, cuajan, quiebran, alargan y ensanchan las altas palmeras
que a la plaza adornan y al cielo miman en el agudo verdor de sus desnudas palmas.
Arde la plaza en su calma, sostenida por ese sol de bondad y la paloma funámbula.
Torcaz que juega, en la inocencia de sus dulces sueños, a desnudar el alma, 
como lo hiciera la alada poetisa en la esquina de su infancia.
No pasa el tiempo y así lo siento pasar, imaginándome paloma insomne
que dibuja sombras chinas sobre esa esfera,
tan alta, tan dulce, tan bella, tan alba, tan en calma…,
como la poeta que en esta hora en su bendita paz descansa.
En la Plaza Chica, los enamorados se besan largo
para envidia de las cortas arcadas, que dan fe en el fiel de su medida
de la desmedida fe con que los hombres tasan afanes y quehaceres.
Bajo los aleros de sus fachadas, misteriosos senderos de arañas y gorriones,
y en los altos cielos que los escoltan, 
desvaídos cardenales de aviones y estelas de cigüeñas
que, al abrigo de sus nidos, sueñan con ruiseñores.
La noche se guarda celosa en un gemido de plata,
mientras abre en sus manos luminosos corredores
que van animando de risas y voces las lucernas y ventanales de Zafra.
Ya de mañana, crece en la luz el alma, se esponja en la sombra la calma,
y el reloj, paloma en vuelo, ya no calla.
Por la plaza, como por el cielo los vencejos,
vienen y van gentes calmas, descalzas, livianas, albas…(segunderos desquiciados
«quiciado» a la grave esfera de la sombra de su alma).
Por las blancas fachadas de cal y los negros balcones de forja las raudas piquetas de las sombras
van definiendo volúmenes, trazando formas…
Todo es calmo en el alma, todo es alma en la calma,
mientras, en los lejanos campos de pan sacia su hambre de luz 
la alada hija de tan tentadora estampa.
Ya vendrá la noche, desnuda, despierta, descalza…
para soñar sombras de fuego sobre la serena luna de la plaza,
y yo la estaré mirando desde la dulce esquina en la que nació la Dulce Chacón,
de esta Villa, poetisa de la calma, el amor y el alma.
Dulce la nombraron por su alma y Chacón por su sangre.
Musa de melancólica sonrisa que sublimó el Helicón 
y temprano nos arrebató el Parnaso,
donde reposa hecha Plaza Grande del universo chico, 
el de los inmortales poetas.
Si un día camino de la zafra pasas por Zafra, 
detente en la esquina menor de la Plaza Grande,
y déjate seducir por esa paloma de sombra que viste de edén 
el desnudo jardín de sus sueños
y se desnuda con frescura en el vestido desdén de sus ropas.
Prendas que van escribiendo, al caer, 
nanas de seda sobre el azul satén de sus mansas noches.
Villa de Plaza Chica y Plaza Grande velada como ninguna 
por el sol nocturno de su torre gigante,
su paloma de sombra y su mujer de raza, la de la eterna Zafra,
la Dulce Chacón, poetisa del alma, el amor y la calma.

José Alfonso Romero PSeguin

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Nada es eterno en La Habana

SINOPSIS


La eternidad es, pese a lo ignoto de su naturaleza, la constante de toda ambición humana. Irracional fuerza capaz de disuadirnos de la racional tentación de fugarnos del absurdo incierto que es la vida. Con esa fuerza dialogan los esperpénticos personajes de este libro de relatos que busca ser un encendido encomio de su maldad. 

La Habana es, en la metáfora, la eterna y teatral ciudad en la que nada lo es para serlo en lo efímero, en ella confluye un elenco de eternidades, una diva, un dictador…, incombustibles seres empecinados en la conquista de lo eterno.

http://mybook.to/nadaeternohabanaebook

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BAJO SECRETO

«Ojos olvidados y lacrimosos, ojos de perro enfermo. Sí, eso, ¡eso mismo!, de perro enfermo y viejo. Ojos de perro y de abuelo, ambos al final de la vida: cansados, mórbidos y llorosos.Ojos del abuelo que al contrario que los míos se perdieron para siempre camino de algún lugar al que llamaba con voz afligida “¡dios mío!”. 

mybook.to/bajosecretoebook

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Roznar

Me ha parecido ver, a lo lejos, un burro violeta, moviendo distraído la cola, uno de esos que lucen, al inicio del cuello, una perfilada traza de oscuro pelaje en forma de herradura. Bajé melancólico la mirada al suelo, sacudí la cabeza, la levanté, y ya no estaba, pero estaba en mí lo terco de su bondadoso ritual, y en él, un febril destello de su noble naturaleza. 

Me recordé, en esa magia, magnífico en el poema de Chesterton, entrando en una Jerusalén rendida, cargando sobre el lomo al salvador de los hombres, saludado por alegres cantos y acariciado por leves ramas de palma. Me añoré en una de esas gloriosas jornadas que me deparó Sancho al servicio de don Quijote. Y lloré de risa, recodándome, casual músico, en la fábula de Tomás de Iriarte. Reí, digo, en vez de rebuznar, y en esas joviales carcajadas me retomé en el hombre que soy y, también, en la tristeza de ese afortunado asno que jamás seré. 

José Alfonso Romero P. Seguín.

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Misa de náufragas

 

 

SINOPSIS

Maruxa y Florentina regresan a su pueblo después de visitar campos de almendros en flor, en la Región Norteña de Tras-os-Montes. Con ellas, cincuenta y nueve almas más.

El autobús en que viajan circula sobre el viejo puente Hintze Ribeiro, que cruza el Duero uniendo las localidades portuguesas de Entre-Os-Rios y Castelo de Paiva. De pronto, espacio y tiempo se funden bajo el estruendo de un crujido sin márgenes, al que mece un brusco movimiento pendular que las llena de vértigo y silencio.  El sobresalto se expresa en un grito que parece viajar en el viento pese a estar en sus bocas. Un grito que quiebra en sus almas los blancos pétalos de los almendros en flor. A la par que las abisma, inmisericorde, arrastrándolas en un seco tajo, de la blancura vegetal del almendro a la enmarañada vegetación de un río enfurecido. De la viveza de la luz a la mortecina luz de las sombras. De la placidez del camino conocido al vértigo de lo desconocido. Del vagar de las floridas ramas a las lúgubres y fantasmales raíces.

En ese grito comienza el iniciático viaje que las conducirá durante más de 300 Km. Los primeros por las tenebrosas aguas del Duero. Desdentada boca que las oprime sin desgarro y horroriza sin posibilidad de sentir miedo. Un infierno sin forma ni medida. Y tras ese desasosiego, el sosiego del Atlántico, limpio y azul como estrella naciente. El cielo, al fin, que recién han ganado y temen haber perdido. Y en ese cielo, los náufragos, y en ellos, la magia de una grey sin piedad con la soledad, que las saludan y celebran con alegre bullicio y pícaro descaro. Cómo olvidarlos, cómo no desear quedarse con ellos a ser ellos. Pero ellas son aún camino, y al final de ese camino las espera el límpido arenal de Fisterra (A Coruña), “Na Costa da Morte”. Donde encallan una mala madrugada, y es allí donde comienzan a interrogarse en el ánimo de querer entender que les ha ocurrido, para así poderlo narrar.

 

Traducido al portugués por la lusista Isabel María Nevado

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